viernes, 1 de diciembre de 2017

Obligados al abandono

Hace unos días (muchos, lo reconozco, porque últimamente escribo menos) escribía yo esto sobre el grosor de la piel que debía tener mi hija. Lo escribí desde las tripas, en pleno subidón de cabreo, y salió lo que salió. Ojo, que no me arrepiento ni de una coma, y lo suscribo. De hecho, agradezco mi momento de cabreo porque así lo he escrito, y con las mismas escribí la queja a Inspección Educativa, que por cierto, ha surtido un efecto muy positivo.
Pero todo lo vivido, después de una reunión con el Inspector Jefe de la Dirección Provincial de León, y de otra con el tutor de Laura (que puestos a decir nombres, se llama Ángel, y puestos decir verdades, se ha portado genial en todo el proceso y ha colaborado en que Laura se sienta mucho mejor ahora), me ha ayudado a reflexionar más desde la calma.

Cuando llegó la hora de escolarizar a Laura, no conocíamos otras opciones. Para nosotros, como para la mayoría, era lógico que a los 3 años un bebé  comenzara el colegio, y dado que el centro estaba justo al lado de casa, tampoco había mucha más discusión sobre dónde iría la niña al cole. Con los años fuimos leyendo y aprendiendo sobre otras opciones de formación académica (me vais a permitir aquí que me refiera al colegio como una institución de formación académica para diferenciarlo de "educación", que para mi es algo mucho más personal y que se adquiere sobre todo en el entorno del hogar). Supimos, por ejemplo, que en España hay el mismo -exactamente- porcentaje de padres que optan por llevar a sus hijos a un internado que de padres que optan por enseñar en casa. Supimos que, de entrada, la escolarización no es obligatoria, no hay ninguna ley que obligue a que la formación académica esté institucionalizada, y que lo que han de hacer los padres que optan por enseñar en casa es acreditar ante asuntos sociales que sus hijos no están en situación de abandono, sino que su derecho a recibir la enseñanza obligatoria hasta los 16 años se está cumpliendo en casa.

El problema es que, aunque hay muchos padres que consiguen hacer esto de una manera más o menos tranquila, lo cierto es que hay otros muchos que se tienen que enfrentar a denuncias por abandono que pueden llegar, incluso, de los propios centros de referencia. Y hay más: muchos políticos o responsables de Direcciones Provinciales, ante la solicitud de familias de educar en casa, les informan de que eso es absolutamente ilegal, cosa que como ya digo, no es cierta. Lo que sí es verdad es que la inmensa mayoría de las familias están firmemente convencidas de que no es posible elegir otro tipo de formación más que la que se ofrece desde un colegio, y que lo único que pueden elegir es si es público o privado, concertado o no. Y que elijan lo que elijan, la consecuencia primera es que su hijo, con sólo 3 años, estará durante al menos 5 horas en un lugar que no es su casa, atendido por una veinteava parte de cuidador (aclaro que la fracción me la saco de dividir al profe de infantil por el ratio de alumnos por clase). Vamos, que si están en casa, un entorno seguro y conocido, con un cuidador por cada niño (su madre), o como mucho, el cuidador dividido por el número de hermanos menores de 16 años que, en todo caso, no serán 20, entonces están "abandonados", pero en el colegio no.

Bueno, pues yo sí he sentido que dejaba abandonadas a mis hijas en el colegio. Sin posibilidad de vigilarlas, al cuidado de adultos que ni de coña en el caso de mi hija mayor, han ejercido las funciones mínimas de un cuidador de garantizar su seguridad y además,  juzgada por estar demasiado presente.
Y respecto a la formación académica, espera que me río.
 Ya está.
A mi hija pequeña tenemos que enseñarla matemáticas en casa; hemos estado horas con ambas, pero más con la mayor, haciendo interminables tareas en casa, y ahora que Laura está en secundaria, pagando una profesora particular de matemáticas, porque atención, la profesora que tiene no es capaz de que una niña superdotada entienda matemáticas. Que ya es delito.

Laura se pasó gran parte de la primaria en casa. Enfermaba (vete tú a saber por qué -nótese la ironía-) y con los libros y Google, sacaba las mejores notas de su clase. Y ahora, de 3 profesores de mates que ha tenido, ha necesitado que otro le explicase las asignaturas con 2 de ellos.
Vamos, que yo a mi hija mayor concretamente, la he abandonado a su suerte, sin protección de ningún adulto "responsable", para nada, porque lo que sabe lo ha aprendido en casa por su cuenta.

No soy ninguna exagerada. He hablado con madres cuyos hijos han padecido la mala educación de compañeros ante la inactividad del centro, y se han sentido igual que yo: impotentes por verse y sentirse obligadas a dejar abandonados a sus hijos durante la mitad del día en un centro "educativo". Y esto seguirá así, porque hay muchos profesores, esos que se hacen llamar a sí mismos "patanegras", que seguirán creyendo que "son cosas de niños", o que los críos tienen "que hacerse la piel más gruesa". Profesores que creen que sólo hay una forma de hacer las cosas y que es la suya. Adultos que no han integrado su niñez ni su adolescencia y tienen la madurez emocional de un melón, pero que, por las horas que pasan con ellos, nuestros hijos los tienen como referentes de actuación adulta. Profesores que creen que los adolescentes están ahí para joderles la vida y que todos son sospechosos de vagos y maleantes. Gente que no tiene ni puta idea de enseñar pero echa la culpa del suspenso al alumno.

Hoy voy a terminar con una frase que le cojo a Laura, que dijo ayer y me encantó.
"Si yo consigo ser profesora de secundaria y me entero de que uno solo de mis alumnos tiene que acudir a un profesor particular para comprender mi asignatura, me muero de la vergüenza".

Pues eso.

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