miércoles, 27 de septiembre de 2017

El racismo nuestro de cada día

Hay veces, no sé si a mis amigas blogueras les pasa, que te pones frente a una pantalla en blanco y no te sale nada. A mi me desespera, sobre todo porque estoy acostumbrada a imponerme una cierta disciplina y escribir en poco tiempo. Salvo las entradas tipo "ladrillo" que obviamente me llevan un tiempo, lo cierto es que desde que abro el editor hasta que hay una entrada terminada no suelen pasar más de 20 minutos. Pero hay momentos en que la falta de tiempo o el estrés de esta vida que me ha tocado, o la combinación de las dos cosas, hace que no encuentre ni el tema. Y entonces escribo en mi estado de Facebook "¿De qué os parece que escriba hoy?

Esta vez me han pedido que escriba sobre el racismo. Sobre ese racismo del que no somos conscientes, que toma forma de paternalismo ignorante y que a mi, personalmente, me desquicia más que el racismo duro de quema de cruces, porque es invisible, y parece que no existe.

Os pongo literalmente, lo que escribe mi amiga:
Escribe de racismo, por favor, porque estoy encontrándome cada actitud que ni te cuento. Me acaban de decir que llamar china en el patio a mi hija, no es racismo, sino llamar a las cosas por su nombre . He preferido no contestar ...



Para daros un contexto, la hija de mi amiga tiene la belleza que sólo puede poseer el mestizaje; con un padre asiáticoamericano y una madre española, tiene unos rasgos asiáticos evidentes. Pero no es china. No sólo no ha nacido en China, sino que no tiene nada que ver con ese país asiático.
Yo esto lo oí a una profesora de infantil hace unos años (no tantos), pero mucho más dulce. Me contaba que tenía una "chinita" en clase, muy bonita. Porque todos sabéis que cuando os referís a una persona de otra etnia así, en diminutivo, es mucho más bonito y nada ofensivo; porque lo ofensivo, parece ser, es pertenecer a una etnia que no sea la caucásica. Así, si dices de alguien que es negro pues es feo, pero si le llamas "negrito" pues ya es otra cosa. Y por eso, queridos amigos, el rey Baltasar no era negro, sino "negrito". Por cierto, la alumna de esa profesora no era china. Era española. Porque la china no es una raza, sino una nacionalidad. ¿Parece fácil? Pues no debe de serlo.

Cuando me propuse escribir esta entrada le pedí ayuda a mi hija mayor. Me gusta hablar con ella de temas como feminismo, diversidad sexual o de género, o racismo. Me gusta porque la visión de su generación es, en estos temas, decididamente mejor que la mía. Me explico: hay un racismo, igual que un machismo y una homofobia, que es cultural; a nuestros padres les criaron con una serie de estereotipos negativos sobre las personas que no entraban en lo "socialmente correcto" y aunque con la apertura del país se giró hacia una corrección política al tratar de estos temas, lo cierto es que el poso cultural está ahí. Por eso desde muchos círculos feministas se dice que todos y todas somos machistas, y el que diga que no es que no ha ahondado en su propia persona lo suficiente como para ver los constructos sociales en los que ha sido criado. Nosotros, esta "generación perdida" que nacimos entre 1970 y 1985, nos creímos que habíamos salido de ahí, primero porque nuestros padres no se atrevían ya, en muchos casos, a hablar de forma despectiva (y entonces se le aplica "ito" a negro, y ya es otra cosa, porque es "negrito", mucho más cariñoso y políticamente correcto) y además fuimos los que empezamos a salir de casa, a tener una formación más abierta. Cuando hemos tenido a nuestros hijos, esos constructos han sido mucho menos evidentes en ellos, y además, la nueva generación vive una realidad diversa y tienen entornos donde hay compañeros homosexuales que no se esconden, y donde muchos compañeros son lo que ahora se ha llamado PoC, es decir: personas de color no-blanco. Apuntillo aquí que cenutrios hay y habrá siempre. Pero vamos, generalizo.

El caso es que charlando sobre todo esto, y obviando el discurso político de opresores y oprimidos, mi hija me contaba una anécdota con una de sus profesoras del año pasado, al principio de curso.
En su clase del año pasado eran 19, de los cuales 7 alumnos eran PoC; sobre todo negros, pero también había una niña asiática y un par de américa latina. El caso es que la profesora le preguntó primero a la alumna asiática si era "chinita"; "No. Soy hispanojaponesa. Mi madre es japonesa, y mi padre español". A un compañero negro le preguntó de dónde era "De Murcia". "¿Y tus padres?" "Mi madre de Albacete y mi padre de Sevilla". Sin embargo, a otro compañero, italiano él, no le preguntó nada a pesar de que su primer apellido claramente es extranjero, mientras que los apellidos de los otros dos son claramente españoles. Y no voy a hablar del profesor de Valores negando en una clase de esas características, que los blancos occidentales tengamos privilegios. Pero he dicho que de política no voy a hablar.

Quiero que leáis esto de mi amiga Jessica Gómez. Es un relato maravilloso de una serie que escribió este verano, "desde su toalla". Habla de la conversación maravillosa que hay entre un hombre mayor, de campo, y una joven negra en la playa de Gijón. De cómo el hombre va desmontando, con humildad y simpatía, todos sus prejuicios sobre una persona de otra raza que, en lugar de sentirse atacada por todos los lugares comunes de los que el hombre es víctima, le explica que es española, que no se va a poner más morena porque es negra y que tienen más en común de lo que pueda parecer. Porque la ignorancia se combate con datos y con información. Y un hombre mayor que simplemente, no sabe y ha vivido una realidad tan tremendamente diferente, es normal que maneje estereotipos. Y para eso está Jenifer, la prota del relato, que con mucho cariño va dando datos a Víctor sobre esa nueva realidad. Pero, ¿qué pasa cuando eres un alumno y quien tiene que formarte a ti te hace víctima de sus estereotipos? ¿Qué pasa cuando una persona no se acerca humildemente y con curiosidad para aprender de ti y de tu realidad, sino que te prejuzga y te trata con el paternalismo de ese "micro racismo"?

Nuestra sociedad ha cambiado, y hace mucho que lo ha hecho, no es de ahora. Sin embargo, en los anuncios de televisión siguen sin aparecer personas de otras etnias, y en la mayoría de las películas españolas (salvemos "Tapas" y alguna otra joya) un negro o un hispano son ilegales manteros con acento de no ser de aquí, y los asiáticos son siempre chinos que no aprenden español. La comunidad de actores PoC tuvo que plantarse a principios de este año y mandar un comunicado a la prensa, porque la Academia del Cine y la Televisión no había invitado a ningún actor de raza no blanca a la gala, no había representación. Y sin que la cultura más inmediata, esa que se supone que es reflejo de la sociedad, admita la existencia de personas de otras razas diferentes a la blanca, ¿cómo vamos a pedir que una profesora de primaria deje de llamar "chinita" a una niña hispano asiática?

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