viernes, 22 de septiembre de 2017

En la plaza pública

Os va a sorprender, pero no siempre he sido tan manifiestamente de izquierdas. Durante mi etapa universitaria e inmediatamente posterior, era yo mucho más moderada; moderada escorando a la derecha, para más inri.
No sé. Quizás sea que pertenezco a esa generación educada en la tibieza. La primera en experimentar aquello del "Estado del Bienestar" tan desde el principio, que llegó a la crisis sin saber que podía haber otra cosa... peor.
Quienes nacimos a principios de los 70 nos criamos en el artificial optimismo del crecimiento de una idea nueva, ciegos y sordos a la realidad que suponía una "transición" sin ruptura. No vivimos el franquismo, y además era una época en la que no se hablaba de ello, no existía porque aún dolía.
Tal vez no debió dejar nunca de doler, porque ahora no es que se hable, es que se exalta.

Con estos antecedentes de historia personal, os podéis imaginar que cuando estudié constitucional (por cierto, en una universidad católica) lo hacía con el firme convencimiento de que aquel texto que había costado tanto escribir, era poco menos que un libro sagrado y que la integridad de España estaba por encima de cualquier otra cosa.

Pero en aquella época ocurrió algo que me movió mucho por dentro, me hizo sospechar que la cosa no iba del todo bien.

Para los más jóvenes, los "milenials" creo importante poner de relieve un hecho histórico: en la misma época, había en España una banda terrorista, ETA. Como terroristas que eran, se dedicaban a sembrar el terror y además pues mira, desde el punto de vista más práctico, hay que decir que lo hacían de puta madre. Estos "independentistas vascos" pretendían la creación de un País Vasco, uniendo también los territorios franceses y de Navarra en lo que llamaban Euskal Herria. Y se montaron tan bien el propósito político, e hicieron tan bien el papel de víctimas que no tienen más remedio que asesinar a sangre fría para conseguir que el Estado Español Represor les liberase, que desde el punto de vista policial, era muy difícil acabar con ellos, porque contaban con las simpatías políticas de muchos países del entorno. Muchos de ellos vivían plácidamente en Francia, que empezó a colaborar cuando el gobierno socialista de Felipe González compró (y remarco el COMPRÓ) esa colaboración a golpe de AVE.
El caso es que ETA tenía un brazo político, una forma de estar representada en las instituciones (esas de las que abominaban), que se llamaba Herri Batasuna. Tenían también sus periódicos, sus
asociaciones, de todo.
Bueno, pues el gobierno español, mejor dicho, los sucesivos gobiernos españoles, se empezaron a dedicar a prohibir. Cerraron periódicos, secuestraron publicaciones, y en un gran consenso parlamentario, se promulgó una ley que permitía ilegalizar partidos políticos.

A mi todo aquello me daba miedito. Por supuesto que quería que se acabara con ETA. Por supuesto que estaba segura de que aquellas personas no merecían ningún respeto por sus opiniones (y sus actos). Por supuesto que yo prefería que aquel partido político no existiese. Pero, ¿ilegalizar un partido? ¿Secuestrar una publicación? Porque una vez hecha la ley, la herramienta para ilegalizar un partido, CUALQUIER PARTIDO, ya estaba a mano. Y una vez secuestrada una publicación CUALQUIER PUBLICACIÓN, con el silencio de ciudadanos e instituciones, ya se daba por existente la posibilidad de hacerlo con cualquier publicación.
El caso es que aquello pasó, HB se ilegalizó, y al final no sirvió de nada. Los simpatizantes de ETA se configuraron en nuevos partidos que se esmeraban mucho para cumplir con la nueva ley. Pero siempre me removió algo por dentro el pensar que ahí estaba aquella norma, en nuestro ordenamiento jurídico. Quizás fue el día en que dejé de escorarme a la derecha y empecé a plantearme el viraje hacia el lado contrario.

Vamos a avanzar unos añitos. Yo ya peino canas, tengo mi familia, y el devenir político del país en el que vivo ha hecho que yo entienda que ni escorarse ni nada: o eres de un lado o del otro, y yo soy de izquierdas, roja total. Y os diré algo: me han hecho "radical de izquierdas" todos los "radicales de derechas" que han venido ocupando ese mal considerado "sillón de mando" que es la presidencia del gobierno.

Entonces, con la crisis que aún se negaba, empiezaba a colarse en los informativos "la cuestión catalana". En
un principio, con Zapatero a la cabeza, se comienza a plantear una reforma del Estatut que haga posible no tocar la constitución (que la peña le tiene un miedo a eso, que yo no comprendo) pero que reconozca algunas de las peticiones, vamos a decir "históricas" (aunque tienen una historia corta) de los políticos catalanes. La cosa podría haber cuajado sino fuera porque aquello que se negaban a llamar crisis les estalló a los socialistas en la cara, y en Cataluña el entonces President, Artur Mas, se empezó a enrocar en posturas mucho más cerradas sin duda ante la necesidad de crear distracciones.
Esta recesión le costó a Zapatero el puesto y vino a sustituirle nuestro amigo Mariano Rajoy, que lleva vendiéndonos el tema de la "herencia recibida" unos añitos ya.
Y ahora ya no es la crisis. Ahora es ya la causa.

Si hasta este momento nos han vendido la moto (que muchos han comprado y se resisten a devolver) de que en la crisis nos metimos nosotros, miembros de la clase media (¡JA!) porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pues se va descubriendo que han sido ELLOS quienes han vivido por encima de NUESTRAS posibilidades, robándonos a diestro y siniestros desde hace ya años. Y cuantos más casos de corrupción se conocen, cuantos más imputados hay en ambos bandos, más relevancia cobran Cataluña y Venezuela. Pero como los políticos catalanes han robado mucho también y durante mucho más tiempo, se traen los sentimientos más radicales al primer plano para intentar ocultar lo segundo.
Es decir: un conflicto, en primer lugar político, que viene muy bien a ambos lados para ir ocultando los casos de corrupción que salen  tanto en el PP como en CiU.
Así que podemos decir que esto de encender a las masas, hasta un determinado momento, era tanto responsabilidad de unos como de otros.

Hasta un determinado momento.

Desde la reelección del PP hemos visto cómo sus raíces más profundamente franquistas, dictatoriales y de liberalismo económico salvaje se iban manifestando en la política española. Se ha usado a la policía para investigar a otros partidos e intentar que perdieran votos, se han recortado derechos fundamentales como el de expresión, manifestación, reunión; se ha dado permiso a la policía para recuperar antiguas tradiciones represivas. Pero ahora ya han llegado a un punto que a mi, personalmente, me escandaliza hasta la náusea.

Y a partir de aquí, aviso, es cuando me pongo totalmente del lado del pueblo catalán, en contra de todo lo que está haciendo el gobierno español, tan preocupado en "no romper España". Así que si no queréis, no sigáis leyendo.

Cuando en las últimas elecciones catalanas sale elegida una mayoría de parlamentarios independentistas, ya sabíamos todos en qué clave iban a ser los años siguientes. De hecho, la base del argumentario catalanista es fundamentalmente una mentira. Sí, lo estoy admitiendo. Y si tú eres un ciudadano catalán afín al independentismo, pues lo siento por ti. Los únicos que no mintieron eran los de la CUP, que los pobrecitos, muy lejos del mundo de la política, siempre se creyeron aquello por lo que estaban luchando. La mentira fue la posibilidad de la independencia. Se mintió sobre la representación en el extranjero de la nueva nación catalana (se dijo que sería un estado miembro de todos los pactos cuando ya se sabía que si eso ocurría ninguna nación europea reconocería la soberanía catalana; ojo: entonces, porque ahora, después de lo ocurrido el pasado día 20, no estaría yo tan segura de eso); y se mintió cuando los políticos dijeron que ellos querían eso. No, queridos. Nadie quiere dejar de mamar de una teta eterna, como son los presupuestos de papá Estado Español. Salvo los honrados ciudadanos de la CUP, insisto. Pero vendiendo un referéndum, que ellos mismos sabían que en aquel momento perderían, lo que ganaban eran las elecciones en un momento en el que Artur Mas había perdido hasta el partido. Y ahí está la clave. La celebración del referéndum.

Yo creo que todo se debe votar. TODO. Me da por culo en las más de las ocasiones, esta pseudo democracia indirecta que tenemos donde se nos da una migaja (la iniciativa legislativa popular) que luego no se usa, se reprime o se echa para atrás. Si los catalanes quieren votar sobre su futuro, su forma de gobierno, su estatut, YO QUIERO QUE VOTEN.  Y quiero que voten porque YO QUIERO PODER VOTAR. Y no estaré de acuerdo con lo que dices, amigo mío, pero lucharé hasta la muerte por tu derecho a expresarlo.
Dicho esto, creo que queda claro que ya de entrada, estoy totalmente en contra con la terca decisión del gobierno de no permitir votar a un conjunto de ciudadanos. Y totalmente furiosa porque describan el deseo de un pueblo de votar para decidir sobre su vida como algo antidemocrático. Porque si es antidemocrático votar, ¿qué es impedir el voto?
Pero va más allá. En los últimos días, cada cosa que se ha hecho me ha puesto roja (más, y no sólo políticamente). No entiendo que estemos aquí, yo escribiendo y vosotros leyendo, tan pichis. Nuestro gobierno se ha convertido en ilegal porque está incumpliendo un mandato de las Cortes soberanas e impidiendo que otro gobierno cumpla con el mandato de su Parlamento. Y lo cojonudo es que llama "golpistas" a los que quieren cumplir.

El pasado día 19 los diputados de Ciudadanos presentan una proposición no de ley para que el parlamento apoye las acciones del gobierno encaminadas a reprimir y prohibir el referéndum. Me mola mucho ver los titulares de los periódicos porque hablan de una supuesta "división" del Congreso de los Diputados. Y no es así. No hay división. Salvo el PP (que es parte interesada) el resto de partidos, incluido el PSOE que lo hace con especial tibieza, rechazan frontalmente esa proposición, y de este modo, se da un mandato tácito al gobierno: no sigas por ahí. Os voy a invitar que leáis esta otra entrada que escribí al principio de abrir este blog; es otra entrada larga, así que igual podéis dejar todo como lectura de fin de semana. O lo imprimís y lo dejáis como lectura de mesilla de noche.

El gobierno NO MANDA, OBEDECE. El depositario de la soberanía nacional es el Congreso de los Diputados, y el gobierno obedece los mandatos del Congreso para ejecutar o vigilar la ejecución de las leyes. Si el Congreso te hace un mandato, me da igual si explícito o implícito y tú dices "tururú", ¿quién es el golpista? ¿Cómo me tengo que tomar yo, ciudadana que ha votado a los miembros de ese Congreso, que tú te arrogues un poder que sólo tiene un gobierno dictatorial y te pases lo que ese congreso piensa por el arco de triunfo? De paso, y ya que hablo de mandatos, os recuerdo que el Gobern de la Generalitat cumple el mandato que le da el Parlament por amplia mayoría de convocar un referéndum. Por dejar un poco claro quién puede considerarse golpista y quién no.

Pero es que va más allá:
Un juez, no catalán y afín al PP, ordena el registro de sedes, la incautación de papeletas y placas de impresión y la DETENCIÓN DE CARGOS POLÍTICOS ELECTOS; y lo hace sin informar ni pedir consejo al Fiscal.
Ordena el registro de sedes haciendo pasar por delito el hecho de que se convoquen unas consultas ciudadanas en las urnas. Ordena la incautación de información política impresa y de las planchas de impresión de papeletas (¿Os acordáis de aquel capítulo de Cuéntame en el que los grises entran en la imprenta donde trabajaba el pater Alcántara? Pues igual pero con uniformes de distinto color.). Y ¡ojo! ORDENA LA DETENCIÓN DE CARGOS POLÍTICOS ELECTOS. Llama a declarar a alcaldes.
El HuffPost ha hecho un vídeo tan bonito que os lo pongo y os nutrís.


Las claves del 20 de septiembre en Cataluña por elhuffpost

Ayer recibía Javi un vídeo de Albert Boadella, el dramaturgo catalán que fue uno de los impulsores de la creación de Ciudadanos, haciendo un monólogo sobre lo absurdo de pedir la independencia y tal. Es un monólogo divertido, y aunque después de este larguísimo post no os lo creáis, estoy de acuerdo con lo que dice. Pero ayer, después de la vergonzosa actuación del gobierno español en Cataluña, no era el momento de hacer ni compartir chistes, porque todo lo que ocurrió es un atentado terrible contra la democracia, y esa la compartimos todos, o eso creía yo.
Y voy a compartir un vídeo más y con él cierro el tema y y me dirijo a la plaza pública esperando las piedras de mi lapidación. Es de otro catalán que tampoco quiere la independencia; de un cómico que no le ve la gracia a lo que ocurrió el 20 de septiembre. Con todos ustedes, Andreu Buenafuente.

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